Fuente: El Mundo

[España] Trabajadores del Metro de Madrid: "Nos sentimos indefensos ante los ataques de los grafiteros"

Un grupo de 46 grafiteros agrede a dos policías nacionales en el Metro de Madrid. Grafiteros rocían con pintura de espray la cara de una embarazada en el metro de Barcelona. La Policía detiene a ocho grafiteros por los daños en el Metro y les acusa de pertenencia a grupo criminal.

«Más que miedo nos sentimos indefensos», dice Fernando (nombre ficticio), un vigilante de Metro Madrid que lleva 15 años en el suburbano. Fernando ha presenciado, evitado o denunciado numerosos incidentes con escritores de grafiti.

Lo que pasa es que los últimos, a principios de noviembre, le han sorprendido hasta a él mismo. «He visto grupos de 18, 20 grafiteros, pero de más de 40...». Deja la frase en suspenso por el ataque del pasado día 2 de este mes en la estación de Las Rosas, que ha finalizado con nueve detenidos, la inclusión del delito de pertenencia a grupo criminal para los asaltantes y una orden de alejamiento del metro para tres de ellos. Parecía un paso más en el modus operandi de lo que en el argot son treneros.

«Fue pura casualidad que fuera tanta gente», se explica Ricardo (nombre ficticio) uno de los escritores de grafiti que declinó la invitación para la acción de las Rosas, un lugar donde siempre se pinta en grupo según asegura.

Niega, por supuesto, la versión de que hubo violencia contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y dice que «sólo utilizan la intimidación cuando ven a un vigilante agresivo, para amedrentarle y calmar los ánimos». «Usas la violencia para que no haya violencia», explica.

Aduce que pudo haber algún lanzamiento esporádico de botes para facilitar la huída ya que los agentes cerraron a los jóvenes las salidas que tenían previstas, pero nada de agredir policías. «Normalmente contra la Policía nunca te pones agresivo porque vas a la cárcel», argumenta.

Y los nueve detenidos podrían ir. La inclusión del delito de organización criminal tiene «acojonado» al colectivo, según Ricardo. Fuentes de la Brigada Móvil de la Policía Nacional aseguran que Madrid lleva sin pintadas desde el pasado 19 de noviembre cuando lo normal es que hubiera «de tres a cuatro diarias».

La Policía considera esa acción «como un punto de inflexión» en el mundo ’trenero’. Se encontraron hasta 237 botes de pintura dentro de la estación. «No ha habido ningún incremento de acciones este año, lo del día 2 ha sido puntual», especifican las mismas fuentes.

«Las operaciones masivas y coordinadas no sólo han sido normales en Madrid desde hace 20 años, sino que además fueron inventadas en esa ciudad», habla Alberto Feas, de Montana Colors y conocedor del mundo del grafiti, aunque las personas relacionadas con el mundo de las pintadas callejeras lo escriban graffiti.

La Policía en cambio sí confirma que tal vez la violencia se haya incrementado un poco debido, quizás, a la juventud de los escritores y su desconocimiento de las consecuencias de sus acciones. «Los grafiteros veteranos no hacen esas cosas, prefieren el sigilo», explican a ELMUNDO.

En el mismo sentido se manifiestan tanto Feas como otro gran conocedor del mundo del grafiti como Jaume Gómez. «No se ha incrementado la violencia en el grafiti, se ha incrementado la violencia en la juventud», manifiesta Feas mientras que Gómez, que habla de que sólo se produce en una minoría de los casos, la califica como «el fracaso del juego, donde pintar sin ser visto, para poder volver a hacerlo días después supone el verdadero éxito».

Pero el juego no lo es tal, especialmente para el colectivo que más lo sufre como es el de los maquinistas de Metro. «Nos sentimos desprotegidos porque estos chavales tienen una impunidad absoluta», mantiene Juan Antonio Ortiz, portavoz del sindicato de maquinistas.

Ortiz cree que lo ocurrido el día de Halloween, cuando un grupo de grafiteros obligó al conductor a mover el suburbano para poder pintarlo, «se sale de madre». «Es secuestrar un tren», califica Ortiz. Un incidente en el que asegura que el conductor sufrió un ataque de ansiedad pero escritores presentes en la acción mantienen que «en ningún momento el maquinista perdió los nervios».

No obstante, los maquinistas piden más seguridad especialmente en el acceso a la cabina del conductor a la que, dicen, «se puede entrar con una llave de cuatro euros comprada en una ferretería». «Si ya se pueden meter en un tren qué no pueden hacer, cualquier día va a ocurrir una desgracia», apostilla el propio Ortiz.

Algo así le pasó a Ricardo, maquinista de Metro, cuando entraba en la estación de Carabanchel y escuchó un ruido. Al girarse vio a un grupo de jóvenes «con pinta de grafiteros» intentando acceder a la cabina. Durante unos minutos, el maquinista bloqueó la puerta con el pie mientras manejaba simultáneamente los mandos del metro con las manos. «Que qué hacía, que por qué no les dejaba entrar», relata que le espetaban los jóvenes. Finalmente consiguió impedir su entrada aunque una hora después intentaron hacerle lo mismo a otro compañero. «No sé si eran grafiteros puesto que no llevaban botes de pintura», apunta el maquinista.

Metro de Madrid dice que va a responder a sus demandas. Recuerda que ha incrementado la plantilla de seguridad en un 20%, que han instalado más de 8.000 cámaras de videovigilancia y que mejorarán el acceso a las cabinas de los modelos de metro para impedir estas irrupciones no autorizadas, entre otras.

No obstante, la dirección de la compañía confirma, como la Policía, que no se ha producido ningún incremento en las acciones de los grafiteros. Según las cifras de la empresa, de enero a noviembre se han realizado 503 denuncias por estas acciones con unos daños económicos de un millón de euros. En 2017, se interpusieron casi 800 y se reclamaron unos 1.429.000 euros en concepto de daños y gastos, especialmente en la limpieza de las pintadas.

«Los trenes se limpian con un producto que cuesta cuatro euros y con una garrafa de cinco litros se retiran 90 metros cuadrados de grafiti», especifica Francisco Reyes, ex grafitero y profesor de la Facultad de Ciencias de la Información.

Reyes cree que los incidentes de noviembre no suponen ninguna «oleada» sino que simplemente son objeto de una «mayor atención mediática». Además, dice que «se salen de la filosofía del grafiti puesto que esas acciones las puede realizar cualquiera». «Lo bueno es planificarlos como si fueran operativos militares o un atraco», explica sobre la pericia a la hora de realizar una pintada en un tren del suburbano.

Un atraco o un asalto es lo que se produjo la noche del 2 de noviembre pero Fernando ha vivido otros. Ha visto además cómo le pegaban un rodillazo a un compañero, como les han llovido litronas y como les insultan o les vacilan a diario.

«Lo normal es que huyan, te tiran los botes y corren pero ahora son más numerosos y más agresivos», cuenta. Y ellos, al contrario de la Policía, sólo cuentan con una defensa para amedrentarles pese a que llevan tiempo reclamando más y mejor material. «Llevan barras y machetes y usan todo contra nosotros», explica Manuel Ruíz, del sindicato de vigilantes. «Nuestra misión es intentar disuadirlos pero, si son muchos, no podemos hacer nada salvo llamar a la Policía», concluye Fernando.


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