Fuente: Página|12

Bajo tierra todo es peor

Francisco Ledesma trabaja en el subte desde hace 25 años. Es secretario de Salud Laboral y Medio Ambiente de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP). La pérdida de audición es una característica común entre sus compañeros: el 85 por ciento tiene pérdida auditiva del lado izquierdo

La pérdida de audición es una característica común entre sus compañeros: el 85 por ciento tiene pérdida auditiva del lado izquierdo como consecuencia de la contaminación sonora. Y es que según un estudio realizado por el ingeniero Horacio Cristiani, las líneas del subte alcanzan picos de 102,85 decibeles y tiene un valor promedio de 86,15 decibeles. “Che, me estoy quedando sordo es una frase que se repite todo el tiempo entre nosotros”, contó Ledesma a PáginaI12.

La lucha de los trabajadores por el ruido en el subte tiene su propia historia. En 1946, un decreto de Juan Domingo Perón consideró insalubre el trabajo subterráneo y estableció una jornada especial de seis horas. En 1994, privatización mediante, se fijó nuevamente una jornada de ocho horas. En 2003 se realizaron por primera vez estudios de hipoacusia y fue justamente por el ruido que los trabajadores del subte lograron la jornada laboral de seis horas para conductores, guardias y talleristas. Un año más tarde, y luego de un paro de cuatro días, conquistaron la jornada de seis horas para todas las áreas de trabajo.

Nosotros hace años que venimos detectando estos problemas. El ruido de las ruedas de los trenes contra el riel y el rebote de ese sonido contra la pared del túnel ingresa a los andenes y al coche e impacta sobre la salud. Y para un pasajero son 20 minutos, pero para nosotros son seis horas todos los días”, expresó el referente sindical. “Un conductor y un guarda dan tres vueltas seguidas de cabecera a cabecera. Es como ir de acá a Rosario sin parar en ningún momento con ese sonido constante en el oído”, agregó.

Los primeros síntomas se empiezan a evidenciar en la vida cotidiana. “Empezás a notar que aunque vos creas que estás hablando en un tono normal, todos te dicen que estás gritando o que no escuchás cuando te hablan; tu familia te dice que llegás a casa alterado o te das cuenta que para poder escuchar la televisión tenés que ponerla al máximo”, relató. Pérdida de la capacidad auditiva, dolores de cabeza, alteración del humor y sensación de cansancio extremo son algunos de los síntomas que sufren los trabajadores del subte. La Organización Internacional del Trabajo sostiene que el ruido excesivo en el lugar de trabajo puede desembocar en otros problemas de salud como trastornos nerviosos, estomacales y cardíacos. Entre guardas y conductores, el daño se produce sobre todo en el oído izquierdo. “Es el que está más pegado a la pared del túnel, donde rebota el ruido”, explicó Ledesma.

Desde la AGTSyP denuncian la falta de medidas de protección. “Nos dan unos protectores que no sólo no son suficientes sino que además te pueden dañar el oído medio. Por eso le planteamos a Metrovías que nos dieran auriculares tipo campana –como los de los aeropuertos–, pero la empresa se negó por una cuestión de imagen. Algunos compañeros compraron esos auriculares de su propio bolsillo pero la empresa no quiere que los usen”, manifestó el secretario sindical. Además, denunció que “Metrovías asegura que las mediciones les dan bien”, pero no les permite ver esos estudios y que los hicieron de madrugada o en feriados. “No hacen mediciones en las horas pico. No es serio”, aseguró.

Nosotros apuntamos a que paulatinamente se modifique la estructura que produce el ruido. Por ejemplo, que pongan paneles fonoabsorbentes en las vías o en las paredes de los túneles y que se usen ruedas de caucho, como se está haciendo en varios países para reducir el ruido de la fricción. Mientras tanto, pedimos que se mejoren los elementos de protección y que la cabina del guardia y el conductor sea más hermética”, manifestó. Y señaló la falta de inversión en infraestructura y mantenimiento de la empresa del Grupo Roggio y la ausencia de control estatal. “En estos 25 años de privatización, hubo una mejora en la cuestión estética pero no en la infraestructura. Las acciones de la empresa no han parado de subir, la tarifa aumenta y el servicio está cada vez está más degradado y el Estado no controla nada. Y en el medio quedamos los pasajeros, los trabajadores y nuestra salud”, concluyó.


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